San Andrés de Teixido“Quédate eiquí, S. Andrés, que de vivos ou de mortos todos te virán a ver” Anónimo.

Si tuviésemos que elegir un lugar en Galicia donde se respirase con mayor intensidad su pasado celta y mítico, sin duda deberíamos dirigir nuestros pasos a San Andrés de Teixido. Ciertamente Compostela ha sido el centro espiritual más dinámico del occidente peninsular, pero la antigüedad de la peregrinación y sobre todo las sugestivas y populares leyendas de Teixido hacen de este enclave uno de los destinos más sorprendentes de este finis terrae. Son tantas las referencias de este lugar a un mundo mítico precristiano, legendario y sagrado, que podríamos llenar varios libros tratando de desentrañar su simbolismo y su naturaleza. Si a todo esto sumamos el encanto del pequeño pueblo y su majestuoso paisaje, es difícil resistirse a conocerlo. Y es que como dice la tradición, a “Santo Andre vai de morto, o quen non foi de vivo”, en un lema que ha hecho popular a este sencillo santuario.

Todo en San Andrés está más relacionado con los muertos que con los vivos. Se dice por ejemplo que quién no haya peregrinado en vida a ver al santo deberá acudir al menos tres veces, pero lo hará reencarnado en reptil, y por este motivo es preciso respetar la vida de lagartos y culebras en las inmediaciones de la aldea, manifestaciones de las almas que acuden a cumplir con el rito. También relacionada con esta creencia es la costumbre de que los familiares de un pariente recientemente fallecido depositen piedras en los milladoiros, amontonamientos de piedras que simbolizan las almas del purgatorio que pugnan por salir y limpiar sus pecados. Pero quizás el verdadero protagonista de San Andrés es el mar, ese océano de los muertos, a cuyo otro extremo se encontraba la isla de los bienaventurados, de la Abundancia, de la Felicidad o de la Eterna Juventud (trasposición del mito celta de Ávalon). En la mitología celta esta isla representaba la eterna dicha de los difuntos, el final del camino que las almas recorrían tras la muerte en un viaje peligroso, que exigía de toda mediación posible para llegar a buen término. En la propia leyenda que dio origen al santuario encontramos muchos de estos elementos: habiendo sido crucificado San Andrés en Patrás, Grecia, dos discípulos recogieron su cuerpo y lo llevaron en una barca de piedra hasta las costas de Galicia (idéntico relato a las traslatio de Santiago). Se dice que la barca de piedra es el islote rocoso situado enfrente de la costa del santuario (pena Gabeira), lo que otorga a San Andrés una función psicopómpica, como portador de almas a través del océano. Recuerda este San Andrés a la figura de Caronte, el barquero que en la tradición clásica llevaba las almas al otro lado de la laguna Estigia, a cambio de una moneda de oro. No debemos olvidar tampoco la semejanza de algunos de estos elementos con la mitología celta, y que relacionan al “Otro mundo” o al Sidh con la Casa de Donn Firineach, dios del inframundo de la tradición irlandesa que pidió ser enterrado en una isla frente a la costa, y anunció a los mortales que nadie llegaría al paraíso sin pasar previamente por su casa. No deja de ser curioso además que este Donn fuese nieto de Breogán, el mítico rey celta que fundó la Torre de Hércules, en el cercano Magnus Portus Artabrorum (A Coruña).

Es recomendable llegar a San Andrés desde Cedeira, siguiendo el sentido de la peregrinación, y así parar en los miradores de Chan os Cadris desde donde la vista resulta espectacular. El pueblo abajo, el océano inmenso, los grandes acantilados salpicados de bosquetes… Desde estos miradores la carretera desciende vertiginosamente hasta alcanzar la pequeña aldea, atestada de puestos de recuerdos donde adquirir los sanandreses. Estos exvotos están elaborados con miga de pan horneada con diversas formas y destinos; algunos propician la buena suerte en el amor, otros en la fortuna, los negocios o los viajes, siempre tras ser bendecidos en la misa de la iglesia. También forma parte del rito acudir a la fuente de los tres caños, en la parte baja del pueblo junto al santuario, y arrojar una miga de pan al pilón; si está flota se cumplirá nuestro deseo, pero si se hunde tendremos que volver a San Andrés a pedir nuestro deseo de nuevo. En los alrededores de la fuente se recoge la herba da namorar,  y que dice la tradición soluciona los amoríos y problemas del corazón a todo el que la planta y consigue que crezca. La iglesia del santo propiamente dicha es un templo del siglo XVI, muy sencillo y parco en ornamentos. Las fachadas encaladas contrastan con el tejado de lajas de pizarra negra. Tan sólo el pequeño retablo del barroco italiano destaca en valor artístico, pero a pesar de esta sencillez, todo lo que rodea a Teixido rezuma sacralidad. Estamos sin duda ante un lugar sagrado desde tiempos tan remotos que se pierde en el recuerdo de las gentes.

Abandonamos San Andrés ascendiendo por la carretera en dirección a Cariño, para admirar los acantilados más altos de Europa, si exceptuamos algunos fiordos noruegos. A unos 7 kilómetros alcanzamos el mirador de Vixia Herbeira, una atalaya que se utiliza desde hace varios siglos para vigilar las incursiones de enemigos y saqueadores, tan frecuentes en estas costas. Desde aquí el cielo parece fundirse con el mar en la línea del horizonte, y el rugido del mar apenas se escucha como un susurro, confundido con el viento incesante. Con esta espectacular panorámica, resulta más sencillo comprender por qué los antiguos ártabros consideraron a Teixido uno de los enclaves más sagrados de la tierra…

Alfredo Orte Sánchez © www.rutasyleyendas.com