Tal vez la mayor diferencia entre la filosofía oriental y la occidental es que la primera consiste en una transformación paulatina de la personalidad del estudioso. No se trata solo de acumular datos ni de entender lo que pensaron otros: es un camino que se recorre mientras se transmuta la conciencia, hasta llegar a “ver” desde un elevado punto de vista. Tan diferente que, si miras desde allí, puedes escapar a la ilusión del mundo cambiante, del dolor y de la muerte. La vieja India tiene las seis Darsanas (visiones), que son también estrategias o caminos para mirar la realidad y trascenderla.
La palabra “filosofía” en la India clásica no existe. Tampoco existía en Occidente antes de Pitágoras y, sin embargo, sí existió la actitud de caminar en búsqueda de la sabiduría. Ese caminar, ese movimiento que implica acción, desapego, estudio y riesgo es lo que se llamaba Filosofía en Grecia y Roma. Hoy vemos cómo lamentablemente la filosofía se parece más a cualquier rama de la ciencia positiva, alejándose de trasformar al aspirante a la verdad y de su vida diaria. Hoy permanece como una disciplina del intelecto que no ayuda a construir un mundo mejor ni tiende a realizar ni a hacer felices a las personas.
Un examen y tres condiciones de partida
Para caminar en busca de algo uno debe sentir su ausencia, su necesidad. Así, el “sólo sé que no se nada” de Sócrates, que implica un sincero autoexamen, es también una condición indispensable en la India. Antes de adentrarse en el sendero ascendente, uno debe reconocer su ignorancia. Por eso el estudiante debe poseer tres condiciones o virtudes antes de ser aceptado por un maestro: cierta confianza (o devoción) en el Maestro; investigación (tener la mente despierta para analizar, probar y examinar lo que se aprende); y servicio (cuando vemos extrañados en los cuentos orientales que los discípulos sirven a maestro y a las personas en general, es una estrategia para desapegar al alumno, haciendo que su egoísmo disminuya, ya que es uno de los principales obstáculos para “ver”).
Las cuatro finalidades de la vida
Normalmente a ninguna persona le interesa la sabiduría, así en abstracto, sino que todos queremos ser felices, tener cosas, una casa, amigos, familia… En la vieja India tenían muy claro que mientras te interesen las propiedades (artha) no alcanzarás la realización. Porque esas pertenencias son pasajeras y te llevan al sufrimiento constante. Cuando uno supera esa etapa (en una o varias vidas), le interesará más satisfacer sus deseos (kama), pero también le llevan al sufrimiento, pues son inagotables, tanto que Kama es el apego que sentimos los seres humanos, pero también es un dios casi omnipotente, destructor de la felicidad. Ese ser humano “cansado” de vivir esas experiencias de poseer y desear sin jamás hallar la paz, se interesará entonces por averiguar cuál es su deber en la tierra (ya que todos los seres lo tienen) y realizarlo, más allá de si le gusta o no. Es el viejo concepto de “dharma”. Por último, quien realiza esas tres finalidades, que se corresponden con etapas de evolución espiritual, puede aspirar a la finalidad suprema: la liberación, el Moksha (nirvana para los budistas). Extraño concepto para nosotros, los occidentales, que seguramente no acertamos ni a traducirlo ni a comprenderlo rectamente.
Cuando en Europa salíamos de la edad neolítica, en India llevaban ya milenios de filosofía, dialéctica, lógica, etc. Recordemos que Pitágoras sacó sus fundamentos matemáticos de allí. También eran conocidos los filósofos desnudos, o gimnósofos, en Roma, y desde la conquista de Alejandro Magno hasta la escuela ecléctica de Alejandría, la filosofía india fue penetrando en Occidente. De manera que la formación de las seis escuelas son una cristalización de un mismo río de saber muy antiguo, los Vedas, que se había separado en afluentes y que apuntan al mismo mar, a la misma finalidad: el Moksha.
Podríamos decir que, así como hoy tenemos una gran tecnología en las ramas de la genética, la cosmología o la física, en la antigua Aryavarta poseían una “tecnología espiritual”. Igual que la nuestra es fruto de ensayos y errores, de comprobaciones y, aunque a nosotros no nos lo parezca, eminentemente práctica, ya que nada hay más práctico que comprender la naturaleza de lo real (el ser) y lo ilusorio (el mundo pluralizado) y vivir una ética coherente con esa comprensión.
Escuela Nyaya de Gotama
Conocida como la del realismo lógico. Nyaya significa el análisis, la lógica. Fue fundada por Gotama, un sabio que vivió varios siglos antes de Cristo. Confían plenamente en el poder de la razón. A la manera de Aristóteles, construyeron todo un sistema basado en una escala de valores, en la lógica y las matemáticas. Para ellos, el Todo es todo materia. Claro está que se refieren a un tipo de materia más parecido a una materia primordial, de aspecto más metafísico que muchos espiritualistas actuales. La idea es acceder a través de la dialéctica y los silogismos a la comprensión de lo real. Esto se hace descartando lo ilusorio.
Escuela Vaisesika de Kananda
La cosmológica o del “dualismo cosmológico”. Parecidos a los seguidores de Demócrito en Grecia, buscaban el origen de las cosas en los á-tomos, ‘sin-partes’, lo que no se separa. Buscaron un átomo primordial que generó los cuatro átomos primordiales, que son el sustrato de los cuatro elementos. Hoy serían comparables a los físicos cuánticos que, después de sus experimentos, filosofan sobre la realidad y la conciencia.
Para ellos la manifestación universal era como un proceso automático que pasaba de la creación (Big Bang, Manvántara) a la absorción final en un solo punto (Big Crunch,Pralaya). En medio del proceso, cada cosa individual tiene su dharma, su ley, concebida como una ley de la gravedad, como una caída, pero no hacia un cuerpo físico sino hacia el fin común universal. Las almas pasarían de una encarnación a otra conservando sus méritos y deméritos.
Escuela Sankya de Kapila
Se llama también “la racionalista”. Sankya significa “enumeración”. Se especializaron en las categorías y en el sistema de contradicciones. Estudiaron las energías de la naturaleza, que para ellos eran aspectos de la Energía Única. Equivaldrían a los físicos que hoy buscan la teoría del campo unificado, habiéndose hallado ya algo parecido a esa energía única en las supercuerdas… Pero para ellos esa energía era inmóvil, fuente de todos los movimientos. El espíritu era para ellos inmóvil y misterioso (Purusha), y la materia, lo verdaderamente móvil y dinámico (Prakriti). Además hablaban de otras veinticinco fuerzas naturales.
Escuela Yoga de Patanjali
Teísta y moralista, tal vez sea la más conocida en nuestra cultura. Se suele relacionar con posturas o gimnasias corporales, pero es mucho más que eso. Es una escuela ecléctica que en cierta forma relaciona todas las demás. Fue fundada por Patanjali y, a su vez, se subdivide también en numerosas ramas.
Se preocupa por la puesta en acción de las verdades y de las disciplinas, pero sostiene rotundamente la prioridad del espíritu y la existencia de la Deidad. Para este sabio, el conocimiento del mundo material es necesario para dominarlo mediante el espíritu humano. Tal vez por eso escribió también sobre medicina, anatomía, astronomía y ciencias en general.
Propone ocho requisitos para llegar a la liberación: Yama, la continencia; Niyama, la observancia de los Vedas; Asana, la quietud corporal; Pranayama, el dominio de la energía; Pratyahara, la abstracción; Dharana, la concentración; Dyana, la meditación y Samadhi, la contemplación. (Obsérvese la similitud con el Noble Óctuple Sendero que propuso Siddharta Gautama, el Buda ).
Escuela Purva Mimansa
De carácter politeísta y ritualista, está basada en los Brahmanas (libros de ritos para sacerdotes) y se basa en la acción; por eso también se llama Karma Mimansa. Estudia los elementos que mantienen sujetos al mundo y la ley de causa y efecto. Se podría comparar con la escuela estoica en su pragmatismo (o con la escolástica medieval en sus dogmas y su sistematización), pues aunque tiene una cosmología, se centra más en actuar correctamente ante las circunstancias que el universo plantea. Los estoicos, a través de la recta acción, buscaban soportarlo todo y actuar conforme al ideal del sabio para llegar a la “paz” o ataraxia, estado de imperturbabilidad. Los seguidores de esta escuela india buscan liberarse de las reencarnaciones controlando las acciones físicas y mentales (de ahí los ritos) para no producir “cadenas”, acciones no rectas, que nos atan a este mundo.
Escuela Uttara Mimansa o Vedanta
Es una escuela monista, esotérica y milenaria basada en los Upanishads. La creó Vyasa, tal vez, el mismo compilador de los Vedas. Vedanta significa fin o corona de los Vedas. Buscan el conocimiento espiritual (brahma-gnana).
A su vez se subdivide en varias corrientes: la monista, que se atribuye al mítico maestro Sankaracharya, y otras dualistas.
Todas las escuelas, aun las llamadas “materialistas”, reconocen la autoridad de los Vedas. Se trataría de una especie de comentarios o formas de interpretar dichas Escrituras que, según antiguos mitos, fueron reveladas a los hombres por sus “padres” los dioses.
Entre las seis darsanas existe todo lo que tenemos en filosofía occidental: especulación, silogismos, epistemología, sistemas, etc. Pero lo que más extraño resulta al lector moderno es que, si bien se puede perder el espíritu religioso, nunca se pierde esa terminología, con lo cual nos obliga a conocer más la religión india para extraer su amplia filosofía.
Tal vez lo más interesante de ello sea la condición de caminante que debe tener el filósofo indio. Debe trasladarse interiormente, ampliar sus perspectivas de la realidad; con eso se evita el caer en la pura especulación en la que ha caído la filosofía occidental en los últimos dos mil años. Además, se trata de ir caminando y experimentando a la vez. Tal vez se equivoque y deba retroceder. También puede entrar por otro camino, ya que no se consideran incompatibles en el fondo. Pero un viajero que busca la verdadera libertad siempre aprende de lo que vive y vive de lo que aprende.
Mirta López y Hector Gil
Corresponsales de la revista Esfinge en Zaragoza
Filosofía da India: Seis camiños cara á liberdade
Talvez a maior diferenza entre a filosofía oriental e a occidental é que a primeira consiste nunha transformación paulatina da personalidade do estudioso. Non se trata só de acumular datos nin de entender o que pensaron outros: é un camiño que se percorre mentres se transmuta a conciencia, ata chegar a “ver” desde un elevado punto de vista. Tan diferente que, si miras desde alí, podes escapar á ilusión do mundo cambiante, da dor e da morte. A vella India ten as seis Darsanas (visións), que son tamén estratexias ou camiños para mirar a realidade e transcendela.
A palabra “filosofía” na India clásica non existe. Tampouco existía en Occidente antes de Pitágoras e, con todo, si existiu a actitude de camiñar en procura da sabedoría. Ese camiñar, ese movemento que implica acción, desapego, estudo e risco é o que se chamaba Filosofía en Grecia e Roma. Hoxe vemos como lamentablemente a filosofía parécese máis a calquera rama da ciencia positiva, afastándose de transformar ao aspirante á verdade e da súa vida diaria. Hoxe permanece como unha disciplina do intelecto que non axuda a construír un mundo mellor nin tende a realizar nin a facer felices ás persoas.
Un exame e tres condiciones de partida
Para camiñar en busca de algo un debe sentir a súa ausencia, a súa necesidade. Así, o “só sei que non se nada” de Sócrates, que implica un sincero autoexamen, é tamén unha condición indispensable na India. Antes de penetrarse no carreiro ascendente, un debe recoñecer a súa ignorancia. Por iso o estudante debe posuír tres condiciones ou virtudes antes de ser aceptado por un mestre: certa confianza (ou devoción) no Mestre; investigación (ter a mente esperta para analizar, probar e examinar o que se aprende); e servizo (cando vemos estrañados nos contos orientais que os discípulos serven a mestre e ás persoas en xeral, é unha estratexia para desapegar ao alumno, facendo que o seu egoísmo diminúa, xa que é un dos principais obstáculos para “ver”).
As catro finalidades da vida
Normalmente a ningunha persoa lle interésa a sabedoría, así en abstracto, senón que todos queremos ser felices, ter cousas, unha casa, amigos, familia… Na vella India tiñan moi claro que mentres che interesen as propiedades (artha) non alcanzarás a realización. Porque esas pertenencias son pasaxeiras e lévanche ao sufrimento constante. Cando un supera esa etapa (nunha ou varias vidas), interesaralle máis satisfacer os seus desexos (kama), pero tamén lle levan ao sufrimento, pois son inagotables, tanto que Kama é o apego que sentimos os seres humanos, pero tamén é un deus case omnipotente, destructor da felicidade. Ese ser humano “canso” de vivir esas experiencias de posuír e desexar sen xamais achar a paz, interesarase entón por pescudar cal é a súa deber na terra (xa que todos os seres téñeno) e realizalo, máis aló de si gústalle ou non. É o vello concepto de “dharma”. Para rematar, quen realiza esas tres finalidades, que se corresponden con etapas de evolución espiritual, pode aspirar á finalidade suprema: a liberación, o Moksha (nirvana para os budistas). Estraño concepto para nós, os occidentais, que seguramente non acertamos nin a traducilo nin a comprendelo rectamente.
Cando en Europa saïamos da idade neolítica, en India levaban xa milenios de filosofía, dialéctica, lóxica, etc. Recordemos que Pitágoras sacou os seus fundamentos matemáticos de alí. Tamén eran coñecidos os filósofos espidos, ou gimnósofos, en Roma, e desde a conquista de Alejandro Magno ata a escola ecléctica de Alejandría, a filosofía india foi penetrando en Occidente. De maneira que a formación das seis escolas son unha cristalización dun mesmo río de saber moi antigo, os Vedas, que se separou en afluentes e que apuntan ao mesmo mar, á mesma finalidade: o Moksha.
Poderiamos dicir que, así como hoxe temos unha gran tecnoloxía nas ramas da xenética, a cosmología ou a física, na antiga Aryavarta posuían unha “tecnoloxía espiritual”. Igual que a nosa é froito de ensaios e erros, de comprobaciones e, aínda que a nós non nolo pareza, eminentemente práctica, xa que nada hai máis práctico que comprender a natureza do real (o ser) e o ilusorio (o mundo pluralizado) e vivir unha ética coherente con esa comprensión.
Escola Nyaya de Gotama
Coñecida como a do realismo lóxico. Nyaya significa a análise, a lóxica. Foi fundada por Gotama, un sabio que viviu varios séculos antes de Cristo. Confían plenamente no poder da razón. Ao xeito de Aristóteles, construíron todo un sistema baseado nunha escala de valores, na lóxica e as matemáticas. Para eles, o Todo é todo materia. Está claro que se refiren a un tipo de materia máis parecido a unha materia primordial, de aspecto máis metafísico que moitos espiritualistas actuais. A idea é acceder a través da dialéctica e os silogismos á comprensión do real. Isto faise descartando o ilusorio.
Escola Vaisesika de Kananda
A cosmológica ou do “dualismo cosmológico”. Parecidos aos seguidores de Demócrito en Grecia, buscaban a orixe das cousas nos á-tomos, “sen-partes”, o que non se separa. Buscaron un átomo primordial que xerou os catro átomos primordiales, que son o sustrato dos catro elementos. Hoxe serían comparables aos físicos cuánticos que, logo dos seus experimentos, filosofan sobre a realidade e a conciencia.
Para eles a manifestación universal era como un proceso automático que pasaba da creación (Big Bang, Manvántara) á absorción final nun só punto (Big Crunch,Pralaya). No medio do proceso, cada cousa individual ten a súa dharma, a súa lei, concibida como unha lei da gravidade, como unha caída, pero non cara a un corpo físico senón cara ao fin común universal. As almas pasarían dunha encarnación a outra conservando os seus méritos e deméritos.
Escola Sankya de Kapila
Chámase tamén “a racionalista”. Sankya significa “enumeración”. Especializáronse nas categorías e no sistema de contradicións. Estudaron as enerxías da natureza, que para eles eran aspectos da Enerxía Única. Equivalerían aos físicos que hoxe buscan a teoría do campo unificado, habéndose achado xa algo parecido a esa enerxía única nas supercuerdas… Pero para eles esa enerxía era inmóbil, fonte de todos os movementos. O espírito era para eles inmóbil e misterioso (Purusha), e a materia, o verdaderamente móbil e dinámico (Prakriti). Ademais falaban doutras vinte e cinco forzas naturais.
Escola Yoga de Patanjali
Teísta e moralista, talvez sexa a máis coñecida na nosa cultura. Adóitase relacionar con posturas ou gimnasias corporais, pero é moito máis que iso. É unha escola ecléctica que en certa forma relaciona todas as demais. Foi fundada por Patanjali e, á súa vez, subdivídese tamén en numerosas ramas.
Preocúpase pola posta en acción das verdades e das disciplinas, pero sostén rotundamente a prioridad do espírito e a existencia da Deidad. Para este sabio, o coñecemento do mundo material é necesario para dominalo mediante o espírito humano. Talvez por iso escribiu tamén sobre medicina, anatomía, astronomía e ciencias en xeral.
Propón oito requisitos para chegar á liberación: Yama, a continencia; Niyama, a observancia dos Vedas; Asana, a quietud corporal; Pranayama, o dominio da enerxía; Pratyahara, a abstracción; Dharana, a concentración; Dyana, a meditación e Samadhi, a contemplación. (Obsérvese a similitud co Nobre Óctuplo Carreiro que propuxo Siddharta Gautama, o Buda ).
Escola Purva Mimansa
De carácter politeísta e ritualista, está baseada nos Brahmanas (libros de ritos para sacerdotes) e baséase na acción; por iso tamén se chama Karma Mimansa. Estuda os elementos que manteñen suxeitos ao mundo e a lei de causa e efecto. Poderíase comparar coa escola estoica na súa pragmatismo (ou coa escolástica medieval nas súas dogmas e a súa sistematización), pois aínda que ten unha cosmología, céntrase máis en actuar correctamente ante as circunstancias que o universo suscita. Os estoicos, a través da recta acción, buscaban soportalo todo e actuar conforme ao ideal do sabio para chegar á “paz” ou ataraxia, estado de imperturbabilidad. Os seguidores desta escola india buscan liberarse das reencarnaciones controlando as accións físicas e mentais (de aí os ritos) para non producir “cadeas”, accións non rectas, que nos atan a este mundo.
Escola Uttara Mimansa ou Vedanta
É unha escola monista, esotérica e milenaria baseada nos Upanishads. Creouna Vyasa, talvez, o mesmo compilador dos Vedas. Vedanta significa fin ou coroa dos Vedas. Buscan o coñecemento espiritual (brahma-gnana).
Á súa vez se subdivide en varias correntes: a monista, que se atribúe ao mítico mestre Sankaracharya, e outras dualistas.
Todas as escolas, aínda as chamadas “materialistas”, recoñecen a autoridade dos Vedas. Trataríase dunha especie de comentarios ou formas de interpretar ditas Escrituras que, segundo antigos mitos, foron reveladas aos homes polos seus “pais” os deuses.
Entre as seis darsanas existe todo o que temos en filosofía occidental: especulación, silogismos, epistemoloxía, sistemas, etc. Pero o que máis estraño resulta ao lector moderno é que, aínda que se pode perder o espírito relixioso, nunca se perde esa terminología, co cal obríganos a coñecer máis a relixión india para extraer a súa ampla filosofía.
Talvez o máis interesante diso sexa a condición de caminante que debe ter o filósofo indio. Debe trasladarse interiormente, ampliar as súas perspectivas da realidade; con iso evítase o caer na pura especulación na que caeu a filosofía occidental nos últimos dous mil anos. Ademais, trátase de ir camiñando e experimentando á vez. Talvez equivóquese e deba retroceder. Tamén pode entrar por outro camiño, xa que non se consideran incompatibles no fondo. Pero un viaxeiro que busca a verdadeira liberdade sempre aprende do que vive e vive do que aprende.
Mirta López e Hector Gil
Corresponsales da revista Esfinge en Zaragoza
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