Uno de los campos de acción de la psicología es lograr la salud del ser humano de forma integral, que la salud física sea el reflejo de la salud en el mundo interior; pero, dado que es difícil obtener datos objetivos de la psique, algunos investigadores se han concentrado en los sueños para proceder a una investigación sistemática de este vasto universo interior. Los sueños contienen una información a descifrar. Hay miles y miles de libros y autores que han tratado el tema. Obviamente, sería pretencioso pretender aportar todas las visiones o la síntesis de todas ellas. Este artículo es solo un acercamiento humilde basado, en concreto y principalmente, en el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, que fue uno de los pioneros en la investigación de los sueños.
Jung descubrió que los sueños intentan regular y reequilibrar nuestras energías físicas y mentales, y que no solo revelan la causa básica de la desarmonía interior y de la angustia emocional, sino que presentan soluciones creativas para los problemas cotidianos. Una de sus discípulas, Marie Von Franz, decía que la solución de nuestros dilemas está dentro de nosotros y que la encontraremos en nuestros sueños: “Los sueños nos muestran cómo encontrar un sentido en nuestras vidas y realizar el gran potencial de vida que tenemos dentro.”
El consciente y el inconsciente
La mente humana ha sido dividida en dos partes, a efectos didácticos, consciente e inconsciente, siendo esta última mucho mayor. Nuestra mente inconsciente podría ser comparada con un ordenador repleto de información; la mente consciente sería capaz de captar los datos visibles en la pantalla. Esta pantalla, nuestro campo consciente, está siempre cambiando. Lo que es consciente en un momento puede ser inconsciente al momento siguiente. Una experiencia común de este hecho es la súbita incapacidad de recordar nombres a la hora de hacer presentaciones, nombres que un minuto atrás se sabían muy bien, o confundirse con un número telefónico conocido. La información está en la mente, pero aprisionada en el inconsciente y, aunque queramos, a veces, ese querer no basta para hacer accesible a la conciencia toda la información. También buscamos en el inconsciente cuando nos preguntamos: ¿Por qué me siento así? o ¿qué pasa en mi cabeza? Estamos intentando traer información desde el inconsciente a la conciencia. Es como si supiéramos que la solución está en algún lugar dentro del computador pero no aparece en pantalla. ¿Qué es el inconsciente? Es todo aquello que sabemos que es psíquicamente real pero que no es consciente. Se trata de una definición por negación, y no dice nada, solo que no es consciente y lo deja en el misterio. No sabemos que es, sabemos que hay algo, algo que se revela en gestos involuntarios, errores al hablar, en sueños. La parte inconsciente de la psique es retratada en los sueños, pero la información que llega a la mente consciente en la forma de recuerdo de un sueño suele tener poco sentido, está en forma de metáforas, son exposiciones altamente subjetivas y personales, en los que el yo siente emociones que van del pánico a la sensación sublime de paz o belleza.
El origen del sueño
Al dormirnos caemos en un vacío. Dejamos de existir. Luego, súbitamente, algún poder interior nos obliga a pasar por una experiencia que no planeamos —volar, conducir, escalar montañas, mantener conversaciones—, experiencias tan reales como las de la vigilia. ¿Qué poder es ese? ¿qué engendra los sueños? Ese es el gran misterio. La base desde la cual se originan los sueños, parece ser, usando una expresión vaga, la propia naturaleza, la propia naturaleza de ser humano. Es un fenómeno natural que proviene de la misma fuente que un árbol o un jabalí. Hoy no vamos a investigar las posibilidades de quién engendra a un jabalí. Si uno cree en Dios, dirá: “Dios creó el jabalí” pero, en cualquier caso, es ese poder desconocido, una fuerza misteriosa que da origen a toda la existencia, y que está en nosotros, que aún queriéndolo no lo podemos negar. La vida, nuestra vida, no es la casualidad de dos átomos chocando en el espacio. Aquellos científicos que realmente investigan la naturaleza, el universo o la psique, aquellos que no tienen pereza mental y se contentan con decir: “todo lo que hay es por azar”, aquellos que no les da miedo preguntarse y buscar, han escrutado en el universo un sentido de marcha, leyes que rigen los fenómenos; aún no las conocemos todas, aún no podemos encerrar en una caja la causa última del Universo, pero todo marcha hacia algo, y nosotros también tenemos un sentido, nosotros también estamos en esta danza de la existencia, del nacer y del morir. Nuestra naturaleza tiene todavía espacios desconocidos, sabemos cuál es el viaje de la sangre en nuestro organismo, pero no conocemos las rutas que trazan los sentimientos, los caminos que recorren las ideas, los sueños.
El proceso de dormir y soñar
No todos los sueños son de igual importancia. Los antiguos distinguían entre pequeños y grandes sueños. Los pequeños son fragmentos nocturnos de la fantasía, y se olvidan con facilidad. Provienen de lo personal. Algunos son residuos del físico, es decir tenemos frío y en nuestro sueño nos bañamos en agua helada, otros son manifestaciones de deseos reprimidos, y otros sueños, la mayoría, son mensajes del inconsciente. El ser humano según la filosofía oriental estaría constituida por diferentes partes que sintetizaremos en tres: por un lado está lo que conocemos muy bien la parte material y energética: este cuerpo físico, por otro lado está lo que se ha llamado espíritu que no conocemos apenas, donde radican los ideales, la sabiduría, la voluntad, y habría una tercera parte, la que nos ocupa hoy, intermedia, el puente de enlace entre lo material y lo trascendente, el mundo psíquico-mental, sede de emociones, pasiones, deseos, ideas concretas.
Platón diría que el ser humano está hecho de lo uno y de lo otro, que es un puente entre dos mundos, el material y el espiritual. Así, cuando nos dormimos, los planos físico y energético se relajan y desatan, aflojan los lazos que tiene el psíquico, en función de la intensidad de nuestras obsesiones, manías, preocupaciones…; este mundo intermedio puede irse de viaje más o menos lejos, puede desatarse más o menos. Si estamos muy preocupados sobre nosotros mismos, nuestros sueños dibujaran una y otra vez lo que nos ha ocurrido en diferentes versiones; si somos capaces de vivir en nuestra vida consciente un poco más allá de lo que afecta a nuestro ombligo, en sueños podremos experimentar otras cosas, visitar otros parajes.
La interpretación de los sueños
Mucha gente usa diccionarios de sueños, pero según la psicología analítica estos diccionarios no tienen ningún valor porque dan una interpretación estática. Perder un diente es perder a los padres, o algo así, una serpiente significa enfermedad o la muerte de un pariente, o un nuevo trabajo, o un cambio en las relaciones sentimentales, etc.
Pero el simbolismo onírico es mucho más individual. Se necesitan conocer las asociaciones individuales. Lo importante es lo que la imagen significa para el soñante y las experiencias que este tuvo. Interpretar es como todas las ciencias, hay reglas básicas, aspectos generales; se necesita habilidad profesional, pero jamás se puede interpretar sin escuchar al soñante, los manuales no sirven. Existen temas típicos de sueños, como volar, subir escaleras, trepar montañas, pasear con escasas ropas o desnudos, perder algún diente, la gente, el hotel, la estación de ferrocarril, el avión, el automóvil, los animales angustiantes (serpientes, cucarachas, ratas…), que puede significar para cada soñante algo distinto, no radicalmente distinto pero sí personal. Pongo un ejemplo de un sueño: si la primera oración dice: “Estoy en la casa de mi infancia” (puede ser mi casa, pero generalmente es aquel aspecto de mi personalidad en que aún soy infantil) y “aparece un ladrón” (puede ser un robo físico o quizás es algo que está invadiendo mi psique). Uno se debe preguntar: ¿Por qué algo invade mi sistema psicológico? Se necesita entonces pensar en los días anteriores, y en lo que me sucedió externa e internamente, y ver si se puede establecer una correlación con aquel pensamiento que tuve ayer o con aquella experiencia, e indica que actué bien o que actué incorrectamente, o que yo fui un ladrón, o que me aproveché de alguien, o permití que me robaran, quizás no dinero, quizás mi dignidad, o un sueño, permití que me robaran una ilusión… No es que ladrón sea igual a pérdida de dinero o trabajo. Aparece un ladrón en la casa de mi infancia. Es un mensaje del inconsciente. Sé que hay sueños ininteligibles —y de vez en cuando alguno directo, que nos hace reír porque sabemos qué significa. El inconsciente es un buen bromista—. A veces parecen fáciles de entender y nos engañamos a nosotros mismos. ¿Por qué cuesta tanto interpretar los propios sueños si están en nosotros? Porque el sueño nunca dice lo que uno ya sabe. Indica algo desconocido, un punto ciego. Es como tratar de verse la espalda. Los sueños tocan nuestros puntos ciegos. No nos dicen lo que ya sabemos, sino lo que no sabemos. Interpretación causal, interpretación final. Para explicar la gran mayoría de sueños y, en fin, cualquier vivencia psicológica se deben enfocar desde dos ángulos: desde el punto de vista de la causalidad y desde el punto de vista de la finalidad.
Por ejemplo: “un joven sueña que toma una manzana de un árbol ajeno y mira cuidadosamente por si le han visto”. ¿Qué significa? Puede ser un sentimiento de culpa por una infidelidad a su pareja, o puede significar el no haber contado a su padre o su jefe laboral las relaciones que tiene con otra empresa… pero ¿para qué sirve el sueño? Lo anterior son las causas. Hay otro aspecto: ¿qué resultado persigue el sueño? No es negar las causas del sueño, sino que además de que cualquier actividad psíquica es la respuesta a una causa, esta repuesta se da para conseguir un reequilibro. Entonces ¿cuál es el fin del sueño? ¿Revelar a nuestra mente una situación incorrecta (sensación culpa)? o ¿quizás plantearnos un reto, un atrevimiento? ¿es importante la manzana? ¿la podemos devolver? ¿debemos devolverla? ¿No la comemos allí? ¿huimos corriendo? ¿Se la damos a alguien? Es descubrir en el sueño hacia donde se dirige y cuál es su desenlace. El simbolismo de los sueños, tan discutido, será apreciado de manera muy diferente según se lo considere desde el punto de vista final o causal, por ejemplo, Freud, al postular la existencia de un deseo sexual reprimido como causa del sueño, haría que la causa del joven de nuestro sueño sería un deseo sexual reprimido, la manzana es algo que no manifiesta, que quiere vivir y no puede. Pero así podría haber soñado que deseaba abrir la puerta con una llave, que volaba en avión, que besaba a su madre, etc., todo tendría el mismo significado, por eso la escuela freudiana ortodoxa ha llegado a interpretar más o menos todos los objetos largos que aparecen en los sueños como símbolos fálicos y todos los objetos redondos o huecos como símbolos femeninos. Para la concepción finalista las imágenes del sueño tienen su propio valor. Si hubiera soñado con una puerta a cruzar sería diferente. El símbolo tiene más bien el valor de una parábola: no oculta un deseo reprimido, enseña hacia donde debemos caminar. Jung, que analizaba más de 1.500 sueños al año, decía: “Si observamos los sueños vemos que poseen una inteligencia superior, una perspicacia que nos orienta. Nos muestran en qué aspectos estamos errados y nos alertan sobre los peligros; predicen acontecimientos futuros; aluden al sentido más profundo de nuestra vida. Parece haber en nosotros una inteligencia superior que podríamos llamar guía interior o centro divino que produce los sueños, cuyo objetivo parece ser lograr una vida óptima para el individuo”. Eso sí, los sueños no nos protegen de las vicisitudes, enfermedades y acontecimientos dolorosos de la existencia. Pero sí nos dan una orientación sobre cómo lidiar con estos aspectos. Jung no pretendía que la finalista fuera la única teoría posible acerca de los sueños, ni que explicara todos los fenómenos de la vida onírica.
El sueño es un fenómeno extraordinariamente complejo, tan complejo e insondable como los fenómenos de la conciencia. Sería arriesgado pretender explicar todos los fenómenos conscientes desde una teoría que los reduce a la satisfacción de los deseos o los instintos; es poco probable que los fenómenos oníricos se puedan explicar de forma tan simplista. La teoría sexual y la satisfacción de los deseos, o la teoría de la voluntad de poder, son puntos de vista valiosos, pero se les podría imputar en cierto modo el no tener en cuenta la hondura y la riqueza del alma humana. El alma se muestra completamente refractaria a todo método que de antemano trate de captarla desde un solo ángulo con exclusión de los otros. La vida humana en sí, cualquiera de nosotros, no nos limitamos a tal o cual instinto, sino que nos construimos sobre una multitud de instintos, apetencias, necesidades y condicionamientos tanto físicos como psíquicos, como espirituales. Ninguna teoría simplista de los instintos podrá jamás abarcar la amplitud del alma humana, ni sondear sus misterios, por tanto tampoco comprenderá los sueños, expresión del alma humana. Para comprender el sueño, por lo menos algo, precisamos instrumentos seleccionados de todos los sectores de las ciencias físicas, psicológicas, y del espíritu.
Funciones del sueño
Empezaremos con las dos funciones del sueño más importantes y usuales, una prospectiva y una compensadora. La compensadora, utiliza los elementos del día anterior que han permanecido en la represión, o sencillamente débiles, para entrar en la conciencia, y elabora un sueño que compensa actitudes, que muestra causas de lo que nos sucede, compensando las actitudes de forma contraria o quizás exagerando. Para entender la teoría de las compensaciones no es que alguien pesimista tendrá sueños optimistas, sino que puede ser que se tiñan de negro sus sueños, y sigan siendo pesimistas, más exagerados todavía para que veamos donde está el problema, la causa, depende de la personalidad de cada uno, esa es la finalidad. Dentro de esta función hay una cuestión básica, y es: ¿Cómo saber si un sueño se refiere a la realidad externa o interna? Si por ejemplo un hombre sueña que su esposa le roba el auto, como determinar si el sueño se refiere a un problema externo en su relación conyugal o algo interno, consigo mismo? Ese es el problema más peliagudo de todos. El soñante en general piensa: “ella lo que hace es cortar mis movimientos, siempre interfiere, por eso he soñado que me robaba el coche, el problema está en mi esposa. Pero dicen los especialistas que un 85% de los temas oníricos se refieren exclusivamente a uno mismo, y los personajes que vemos no son las personas reales (nuestro amigo, nuestro padre), sino personificaciones de defectos o virtudes nuestras, encarnadas en una persona. El sueño puede indicar una proyección: su lado femenino (alguna parte de sí mismo: su comodidad, un miedo); roba el auto, es decir le impide moverse, progresar, y él proyecta ese miedo en la figura de su esposa. Ve el problema en su mujer, cuando está dentro suyo. Siempre se debe partir con la pregunta ¿qué cosa en mí hace eso?, en vez de tomar el sueño como un aviso contra terceros. Porque a nuestro inconsciente no le importa casi el mundo exterior, solo el interior, no le preocupa que fulanito tenga una carencia o un defecto, pero sí que nosotros lo tengamos.
Por otro lado, la función prospectiva es una anticipación de las futuras acciones conscientes, que se presenta en el sueño, algo así como un ensayo previo. Su contenido simbólico bosqueja la solución a un conflicto. Sería injustificado llamarlos proféticos, pues son como un pronóstico médico o meteorológico. Se trata de un previo cálculo de probabilidades que puede concordar parcialmente o coincidir con el futuro. Los pronósticos son a menudo francamente superiores a las conjeturas conscientes que nos podamos hacer. ¿Por qué? Porque no estamos tan condicionados por el qué dirán, por el egoísmo, etc. Los sueños telepáticos se dan en personas particularmente receptivas; los más llamativos son los que anticipan muertes de personas, aunque a veces son de cosas carentes de interés, la cara de una persona, recibo de una carta. Esta función, sin embargo, es bueno no sobreestimarla, pues llegaríamos a pensar que todo sueño está dotado de un conocimiento superior y es capaz de imprimir a la vida una orientación infalible.
Otra función es catalogada como sueño reactivos, que son una reproducción de una vivencia consciente plenamente emocional (en las guerras se producen estos shocks, y en actitudes muy vergonzosas para el soñante). Estos sueños no se interrumpen tras el análisis del sueño, cosa que sí ocurre con los de función compensadora o prospectiva. Es como si el consciente y el inconsciente jugaran al escondite, y cuando el consciente descubre al inconsciente, es decir, puede interpretar correctamente, el sueño no se repite, ya no es necesario, ya ha entendido el mensaje, ahora bien, si no rectificamos, si no vivimos el sueño, se repetirá de otra forma, pero aparecerá de nuevo mientras persista la actuación errónea en la vida consciente.
Hay sueños que ilustran la interdependencia funcional entre el cuerpo y el alma, es decir, enfermedades físicas que tienen su correspondencia en lo psíquico. Los sueños de incubación que se tenía en los templos de Esculapio (dios de la medicina para los griegos) indicaban el medicamento correspondiente; esos sueños actuaban trayendo recuerdos, ideas, vivencias (hay que tener en cuenta que no siempre en los sueños de los hombres modernos se aclara la situación del paciente porque no tenemos ni las técnicas ni los sacerdotes preparados para ello). Recordemos que la mayor parte de reacciones de defensa del cuerpo han necesitado conocimientos e investigaciones profundas, por ejemplo la importancia de la fiebre, y así como el cuerpo reacciona de manera adecuada a una herida, a una infección, así las funciones psíquicas reaccionan a las perturbaciones antinaturales y peligrosas con medios de defensa apropiados.
Inconsciente colectivo y proceso de individuación
Jung juzgaba imposible que nadie sin conocimiento de mitología, religiones comparadas comprendiese la esencia del proceso de soñar. Porque hay sueños que no suscitan asociaciones; son los llamados sueños arquetípicos, que tienen un significado mitológico y a los cuales las personas no asocian nada. Si preguntamos ¿qué piensa sobre Jupiter? Jupiter es un planeta. No se sabe qué asociar, nada personal viene a la mente. Los símbolos son el lenguaje de los sueños arquetípicos. En estos sueños, el inconsciente se revela a través de símbolos, y aquí sí habría posibilidad de asociaciones más fijas. Así, hay sueños de más largo alcance que los personales, que permanecen en la memoria toda la vida y son tesoros de las vivencias psíquicas. Cuántas personas al hablar de sueños no pueden dejar de decir: ¡Una vez tuve un sueño!, y hay en ellos imágenes simbólicas, que encontramos en la historia del espíritu humano, son arquetípicos. Por ejemplo, aquel hombre que soñó una boa custodiando un vellocino de oro, sin conocer mitología griega. Su importancia se revela por su forma plástica, su fuerza y belleza poética. Son sueños que aparecen en períodos decisivos de la vida y su interpretación presenta considerables dificultades por la necesidad de gran conocimiento en mitología y filosofía comparada. Además, su ubicuidad étnica prueba que el alma humana, en parte, es propia de cada uno y que, en parte, es colectiva y objetiva. De ahí que se hable de un inconsciente personal y de un inconsciente colectivo que representa una capa más profunda, por decirlo así. Decía Jung: “Si el inconsciente pudiera ser personificado, tomaría los rasgos de un ser humano colectivo que viviera al margen de ser hombre o mujer, viejo o joven, dueño de la experiencia humana entera, de las imágenes, ideas vivencias, y de la consciencia de Dios. Así, como encontramos en los antiguos griegos o hindús, no hay que buscar a Dios fuera de nosotros, sino dentro, y eso significa mucho, que todo lo que existe está presente en nosotros, es la garantía de la felicidad”.
Los sueños compensatorios y prospectivos parecen vincularse entre sí y subordinarse a un fin común, como un proceso evolutivo organizado jerárquicamente. Este proceso inconsciente Jung lo ha llamado proceso de individuación, de hacernos a nosotros mismos, evolucionar, mejorar. Hay un sueño que refleja este proceso, un sueño grabado en la piedra hace miles de años: “en medio de la noche, caminaba orgulloso entre mi pueblo. El cielo estaba lleno de estrellas. Repentinamente, una de las estrellas del dios celestial Anu cayó sobre mí. Traté de levantarla, pero era demasiado pesada. Todo Uruk se reunió alrededor de la estrella y besaba sus pies”. Este sueño tiene cerca de 4.600 años, forma parte de la epopeya de Gilgamesh y es uno de los más antiguos registrados. Gilgamesh era rey de una ciudad amurallada de sumeria llamada Uruk, era un poderoso soberano del mundo antiguo. Su sueño simboliza el destino de un verdadero gobernante que asume su carga, convertirse en el individuo único que tenía que ser. El sueño es un mensaje: el pueblo no te adora a ti, sino a la estrella que hay en ti. De ahí en adelante Gilgamesh se convierte en siervo de su misión heroica y única: la búsqueda de la inmortalidad.
A este otro personaje onírico Jung le dio el nombre de “Sí mismo”. En la mayoría de los sistemas filosóficos se hace alusión a un centro divino del cual proviene el orden y la organización. Este centro aparece como mandala, ciudad interior, círculo, niño salvador, viejo sabio, alguien que guía nuestra vida psíquica. Para Jung, el Sí mismo significa aquel centro supraordenado, interior y divino que debemos explorar toda la vida, pues es el que nos guía verdaderamente. Podemos decir que los sueños son cartas que el Sí mismo se escribe cada noche, diciéndonos qué hay a corregir, revisando el plan de nuestra vida. Psicológicamente hablando no sabemos de donde venimos ni a donde vamos. Somos parte de ese misterio cósmico que es la existencia de la naturaleza y de todas las cosas. No sabemos por qué hay galaxias y estrellas; no sabemos por qué hay un universo, pero estamos empezando a darnos cuenta que en la materia exterior hay una fuerza directriz, no es el caos. Asimismo, parece que esta vida psicológica interior también está organizada bajo un patrón dominante. Tiene un centro. Los místicos lo llaman Dios en nosotros. Los budistas dirían que es la mente-buda. El hindú diría que este centro es el Atman. Escuchar los sueños, es escucharnos. Recordemos ese impresionante sueño de Jung, donde él encuentra al sí mismo bajo la forma de un yogui. Jung soñó que iba por un camino que lo llevó a una capilla. Entró y le sorprendió que en el altar no hubiera una estatua de la Virgen ni un crucifijo, sino solo un hermoso arreglo floral. Entonces, frente al altar, vio un yogui sentado en posición de loto en profunda meditación. Jung impactado, se dio cuenta que este era el yogui que lo imaginaba; que en un estado de trance, de imaginación activa, imaginaba o soñaba la vida de Jung. Jung sabía que cuando el yogui despertara él ya no existiría.
Soñar con los ojos abiertos
Los sueños entregan información muy interesante a quien se empeña en comprender su simbolismo. El resultado, es cierto, no tiene mucho que ver con preocupaciones mundanas como comprar y vender. Pero los negocios no explican el sentido de la vida, ni una cuenta bancaria satisface los deseos profundos del corazón. Las antiguas civilizaciones, Summer, Egipto, Grecia, enseñaban que el ser humano era un todo trascendente a lo material, y encontramos en ellas un principio común: la similitud entre el sueño y la muerte: Hipnos y Tanatos. El sueño es morir un poco, tocar el otro lado; y morir quizás sea soñar largamente. Es un concepto insólito para el hombre del siglo XX que tanto miedo tiene a la muerte y tan poco a estar dormido. Todos estamos algo dormidos, a todos la muerte nos tiene pendiente una visita. Todo el mundo tiene sueños, y no solo de los físicos, sino de los que se sueñan con los ojos abiertos, que son su otra proyección en la conciencia, que son nuestros ideales.
Los verdaderos sueños son los ideales, de un mundo mejor, de paz, de belleza, de comprender la Vida o comprender a los demás o comprendernos a nosotros mismos, de conocer la Verdad. Es verdad que el pesimismo reinante no siempre los hace posibles, y esa es la desgracia. Al suprimir los grandes sueños, quedan los pequeños, los mezquinos, egoístas o violentos. En las épocas que hay hombres que sueñan a lo grande se plasman grandes ideales. Todo el mundo puede tener sueños de los que se miran con los ojos abiertos. Hay quien cree que porque una persona sea pobre, o ignorante, no tiene posibilidad de soñar. Todos nosotros tenemos esa posibilidad. Todos nosotros estamos en contacto con ese Ente interior donde viven los Arquetipos, donde están los Sueños. Todos nosotros, en nuestra humildad, en nuestro recogimiento, sentimos pasar a veces las grandes centellas de los sueños. Hay voces misteriosas que nos gritan desde los poemas, esos que tal vez nunca escribimos, porque somos tímidos para hacerlo, y esas voces nos hacen Soñar Existe dentro de nosotros un mundo arquetípico, una llamada ancestral hacia la Perfección, el Bien, la Concordia, el Amor. Una llamada fuerte, poderosa, constante, que no nos abandona nunca. Es una llamada que no envejece jamás, no importa la edad que tengamos, sigue dentro de nosotros, sigue, sigue, sigue…. Y esa llamada nos hace Soñar. Dicen que después de descubrir América, Colón llevó muchas riquezas a la reina Isabel. Pero los tesoros más valiosos eran sus mapas, con los cuales otros podrían seguir explorando las tierras recién descubiertas. Los sueños han sido considerados el camino real al inconsciente. Jung viajó por este camino y trajo consigo un mapa de la psique humana, la inconsciente y la consciente, y anunció que, empleando sus propias palabras, todos estamos obligados a crear grandes sueños, a elaborarlos pacientemente, como si fueran la más magnífica obra de arte, como si, detalle a detalle, construyésemos ese enorme sueño de nuestra existencia.
Solo elaborando grandes sueños, mejorándolos, trayéndolos a la realidad, empezamos a sentir en qué consiste la condición de ser humano. La imaginación es un gran poder del alma, es la gran esclarecedora de la conciencia, la única que puede dirigir a la voluntad.
Sara Ortíz
Hermoso, gracias